Subimos a una montaña rusa sin fin.
El rumor bituminoso que siempre se extiende
contiene ahora la mirada que nos observa con deseo.
Hay algo de mágico en las palabras y los ojos.
Nuestro cuerpo, que hasta ayer mismo había resbalado a lo oscuro,
es luminoso.
Seguimos subiendo y subiendo.
Algunos, muchos, nos celebran.
La monstruosidad decelera.
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