miércoles, 2 de diciembre de 2020

¡Mira que muñeca tan chula!

 Nació en una fábrica 

a las afueras de una mega urbe del sudeste asiático,

fruto de las manos de un adolescente de los suburbios 

y un hombre de negocios.


Siempre sonríe y siempre bebe. 

Bebe sangre de Oriente Medio. 


"¿Cómo se llama?" -Preguntas.

Y yo te respondo:


"Se llama Satán"

 





viernes, 6 de noviembre de 2020

Te acompaño en el sentimiento

 Ves morir tus anhelos

al ritmo que se desgasta el cuerpo, 

y no has aprendido nada

en los últimos treinta años.


Pero al menos estás dentro, 

no estás fuera entre los muertos. 

 


 



La realidad se destabiliza

Se abre el suelo bajo mis pies.

 

Cosas que siempre estuvieron conmigo, se agrietan, 

eran de piedra inmortal. 


De repente, ya no están.





sábado, 31 de octubre de 2020

martes, 29 de septiembre de 2020

El abrazo

 Alguien se alegra

¡Por fin ha encontrado trabajo!

El resto le felicitamos, yo le abrazo.


Observo su mirada

y solo encuentro la infinita tristeza.




viernes, 4 de septiembre de 2020

El futuro

 Imagino el futuro

como si de un parque de puertas siempre abiertas se tratara,


donde nadie es más y nadie es menos,

donde me dejo caer, sobre el césped, 

como si del mismísimo Whitman se tratara.


En mis labios, 

un tallo de hierba estival, 

donde soy dueño de mi tiempo. 


Leo junto al lago artificial, 

esbozo el gran tebeo,

cierro los ojos mirando el cielo.






sábado, 1 de febrero de 2020

Sé algunas cosas más

Te cayó una bomba, como en las películas.

Me lo contaste una vez,
cuando apenas medía un metro veinte centímetros
y me habían encargado en el cole la página de sucesos. 

Ocurrió hace mucho, cuando los fascistas bombardeaban Madrid.
La metralla se incrustó en tu piel morena adolescente.

Esquirlas incandescentes serpenteaban todavía por el suelo,

"todavía lo estoy viendo"

Pero en vez de ser atrapada por la Nada
continuaste decenas de años más, aquí, entre los vivos,
como en un milagro,

Años después, trozos de munición continuaban en tu ser,
recorriéndolo, 
hasta ver la luz en otra parte de tu cuerpo.


jueves, 30 de enero de 2020

Del yayo (1)

Del yayo nada recuerdo

ni siquiera si me tuvo en brazos en algún momento
o si dio el salto al abismo antes de que yo naciera.

La bruma del olvido le envolvió muy rápido.
A punto está de comérselo,
de no dejar nada,
ni unas migajas para recuerdo.

apenas puedo verlo.

Pero tengo dos fotos
 y cuatro palabras de mis hermanos
anotadas en el teléfono.

El yayo, asomándose de entre la bruma del olvido

miércoles, 29 de enero de 2020

Yo sé algunas cosas que me contaste, pocas

Que el yayo tocaba la trompa,
que del vientre de la yaya brotaron cuatro niños,
y que tuviste una hermanita de mirada marina,
quizá sin nombre y que se fue al limbo.
Nunca más volvió.

Que fuiste al preventorio,
¿verdad que fue en tiempos de la república?,
donde tenías que beberte ese vaso de leche
con tanta nata
que era imposible,
que te entraban ganas de devolver.

Me lo contabas y yo escuchaba esos asuntos
a medio camino
entre lo exótico y lo asombroso,

absorto.

martes, 28 de enero de 2020

¡Hay cucarachas en el hospital!

Hay una cucaracha en la sopa.
Flotando.
Abrazada a los fideos,
apunto de ahogarse, la pobre.

¿Y quién ha de tener la culpa?

La culpa.

Los pinches, siempre los pinches.
Sin nombre, sin rostro ni espalda,
por más que duela.

De existencia efímera estuvieron un día en la Tierra y desaparecieron.
Escribieron algo en la arena de la playa
y se los llevó la marea.

Hay cucarachas en el hospital,

en la cocina, en el infierno,
en algún despacho y el cielo.


Hay una cucaracha en la sopa, abrazada a los fideos

Caída en el mundo laboral

Pareciera que son tiburones,
pero son otra cosa,
quizá nuestros hermanos.

Y en el extremo de la tabla alguien
a un solo paso de emanciparse

del género humano.

Esa sensación constante de caer


viernes, 24 de enero de 2020

Dicen que todos son iguales

Los gobiernos, digo.

No lo creo, aunque se parezcan mucho.


Si se atrevieran a reducir la jornada laboral
yo los consideraría amigos de la humanidad,
aunque no lo fueran.

Quedaría la mujer y el hombre
a un milímetro más cerca de la salida.

La trampa. Salir de ella, es todo en lo que pienso,
o por lo menos que la vida duela un poco menos.

Entrada al laberinto



















                          


miércoles, 22 de enero de 2020

Las hojas del calendario pesan mucho

Aparte de la vejez, de todas las enfermedades asquerosas,
del dolor y la muerte,
las hojas del calendario también anuncian el enmarañamiento.

Es un altavoz enorme, nadie puede sustraerse a él, y que me grita:

"¡21 de enero de 2020!"

Me enredo en las horas de trabajo
cuando debería regar la simiente del futuro.
Son el trueno que me desvela a mitad de la noche,
la ausencia de oxígeno en la víspera
lo que absorbe mis energías.

Soy a pesar de mis restencias,
ese animalito que se desliza asombrado al abismo.

viernes, 10 de enero de 2020

2020

Me encontraba atrapado en un cuerpo liviano, atlético, como en la democracia futura,
ahora, en un lugar más viejo y lleno de polvo.

Atrapado en un trabajo, en un sueldo, muy alejado de la belleza
donde ocurren las cosas, lejos de lo libre, más cerca del abismo.

Y los años serpentean enroscándose al cuello hasta dejarme sin voz,
sin aliento.

sábado, 20 de octubre de 2018

Nos despreciáis por muchos motivos (Poemas sobre el libro de mi trabajo)

Abajo,
en la menos tres (-3),
estamos nosotros.

Nos despreciáis por muchos motivos:

Uno) Porque somos la imagen que os devuelve el espejo de lo real.

Yo sé quién eres (Del poemario, "En defensa del Monigote")

Toda mi existencia gira en torno a lo mismo,
en ser amado,

¿pero quién ama a los monigotes?

Llegados a este punto, necesito una máscara,
un disfraz,
una apariencia que me oculte,

que te engañe, por decirlo de alguna manera.


Pero tú sabes quién soy.

miércoles, 17 de octubre de 2018

La posibilidad del robo al tren blindado

"De mi vida laboral sólo espero un premio de lotería que me permita salir corriendo."

La gran Ilusión, por llamarlo de otra manera.


Podría esperar la llegada de la Gran Transformación,
el suceso, que convierta al horrible Moloch en un ser amable.

Para entonces ya estaremos muertos.

Sé que hay un atajo, pero está cerrado.
Que hay un hombre con bigote a la entrada
y un monstruo.
Una bala.
La caída al Tártaro.

Pero si a pesar del gran ojo,
del gran riesgo,
de todos los peligros,
arrancara el candado y atravesara el portón de lo prohibido,
llegaría, exactamente, al mismo lugar donde me encuentro ahora:

al Sol, a un momento dulce.
A una mañana en el parque.

Pero solo porque hoy es festivo.

La diferencia es que mañana será otro día:

A un lado se encontrará Moloch, y al otro, la promesa de la muerte,
y son exactamente lo mismo.






jueves, 11 de octubre de 2018

El famoso sueño del hombre subido a la hoja otoñal de un baobab descomunal.

Tengo miedo.

Me asomo a la ventana para ver otra vez ese otoño
de hojas gigantes,
de baobabs descomunales,

y que nunca se acaba.


A Ella, a la ciudad, le gusta maquillarse con todos los colores
y reír.
Su rostro de adoquín, ríe tanto, que no puede escuchar su propio llanto.


Tengo miedo de las hojas mortales,
del bombardeo diario.

Tenemos que cortar todos los árboles.


El baobab es enorme. Bárbaro. Crece espontaneo.
De corte fácil,
derriba los pisos baratos de los márgenes.
Su enorme tronco separa los barrios.

Cuando un baobab gigante cae, levanta tanto polvo
que me hace llorar.
Me nubla la vista durante años.


Me asusta la sombra de la hoja cayendo,
siempre cayendo desde los cielos.

Cuando salgo a la calle lo hago corriendo, para evitar el encuentro.
Para evitar los males.

Rehuyo ciertos barrios, donde los baobabs se repueblan.
A veces, crecen en mil años,
otras, en solo un instante.

Corro, siempre corro.
No sea que...


Ha ocurrido. Ya no está.
Mi casa no existe.
El otoño se lo ha llevado.

"¿No oíste el grito?"
"No lo oí. Estaba trabajando"

Los baobabs gritan.
gritan cuando se rompen,
cuando caen,
cuando el hacha siega sus pies.

Gritos desesperados, como el del recién nacido.

Cuando cayó el baobab, también cayó mi casa.


Hace frío.
Cae la noche y hace frío.
El parque se siembra de aplastados.

Bajo las hojas duermen los muertos.

Y me hacen sitio.
Me arropan y abrazan.

Duermo.


Despierto en el parque.
Paseo sin prisa.
Bebo en sus fuentes a cambio de nada.

Quizá tenga un nombre, pero no recuerdo.

Me oculto bajo las hojas,
como si no viviera.


Hay días de misterio,
donde el parque se nos viste de puerta.

Hay días que lleva un candado en su cara.

Donde el paseo tiene un precio.

Y el gran dedo, el gran dedo, me señala.



Hay días en los que me sueño
subido a la hoja de un baobab muerto,
y me siento, y me elevo,

me elevo
y me subo a los cielos.


Nada temo.







viernes, 22 de junio de 2018

Hay tiempo para todo

Hay tiempo para todo.

No sé si sueño, si mis ojos permanecen cerrados.

No sé si mis dedos, mis labios, mis pies, mis piernas, mis brazos
quieren moverse,

pesan tanto.

Estoy vivo.

Abro los ojos y miro al techo sin verlo.
Repaso el día, justo ahora que comienza.

Tengo que ducharme, por ese orden.
Tengo tiempo para ello.
Tengo tiempo después, a pesar de la indolencia,  para hacerme un zumo a mano, eléctrico,
por ese orden.

Sí, tengo tiempo. Hay tiempo para todo.

Para afeitarme, ducharme, lavarme los dientes, luchar a muerte contra los ácaros, barrer, fregar, ordenar sistemáticamente el piso, wasapear con unos y con otros para asegurarme de que existo, de que existo, para tocar al menos entre media hora y una hora el xilófono, si es que lo he comprado, o continuar con la flauta dulce, por aquello de dotarme de la plasticidad cerebral precisa y continuar con la producción creativa hasta una edad avanzada, lo leí en un libro. Hay tiempo para depilarme, para arrancarme los pelos que escapan de la nariz y ahora también de las orejas, para dormir ocho horas, como mínimo, por supuesto, hay tiempo para la siesta. Si, hay tiempo para todo, para salir a correr y a pasear. Tres cuartos de hora podría estar bien. A partir de los 40, dos horas. Tiempo para practicar el taichi, aunque es posible que los movimientos me los esté inventado. Un baño relajante, es necesario. Hacer la compra, un zumo con la licuadora a diario. Hay que dedicar un tiempo a pensar, qué menos que una hora, y encontrar otra hora, como mínimo, para escribir mis recuerdos. Memorias antes del olvido: Las gentes del futuro tienen derecho a saber que he existido, cómo he desperdiciado la existencia.  Tendría que encontrar ese hueco, siempre, para contestar a las respuestas de mis comentarios en Facebook, Instagram o Twitter. Es un gesto mínimo de amabilidad y convivencionalidad. Felicitar a quién corresponda. No vivo solo en este mundo. Solo.  Hay tiempo para telefonear a los que quiero  para escuchar su voz, para establecer una cita, para enamorarme, para hacer el amor, para ir al trabajo, para tomarme unas cervezas con los compañeros a la salida del curre, para jugar con el gato, para barrer los pelos de gato, para jugar con los niños, para ir a la farmacia a por antihistamínicos. Hay tiempo para cultivarse, para cultivarme, para aprender a cada instante, estudiar, seguir formándome, sacarme el carnet, el de conducir, por ejemplo, o el de submarinista, o el de la biblioteca, o el del zoo,o  el del museo, para viajar a algún destino exótico: oriente, quizá. Hay tiempo para subir al monte el finde, de ascender montañas, descenderlas, bañarse en el rio. Hay tiempo para respirar, para ver el mundo desde lo alto, contemplando el horizonte como un personaje romántico. Hay tiempo para la bicicleta, todos los días, como apuesta política, para aproximar un futuro que pronto existirá, para abrir las puertas a la democracia atlética. Hay tiempo par madrugar. Tirar la ropa vieja. Ir a la mani.  Hay tiempo para cuidar a los amigos, a un familiar enfermo. Hay tiempo para ir a los entierros. Tiempo para el recuerdo; de mis padres, por ejemplo. Para ir a la exposición, para preparar tu propia exposición. Hay tiempo para conocer nuevos sabores, para descubrirlos en el supermercado, para encontrarlos en las cenas con los amigos. Para hacer la cena, para descubrir un camino nuevo, una sorpresa, una idea. Hay tiempo para hacer amigos, para engendrar hijos, para dejarme el bigote. Tiempo para la libre expresión, para escribir un poema a diario, una viñeta, una comedia, un relato, para ser un cobarde. Hay tiempo para seguir la actualidad críticamente, para pensar críticamente, para comprarme el L'Monde Diplomatique, para echarle un vistazo, para leer los titulares. Para no pensar. Hay tiempo para organizarse, para oponerme a la privatización del servicio donde trabajo, para ir al cine, para escribir a la dirección del curre, para calmar mis miedos, para emborracharme. Hay tiempo para sentir a los que ya no están en las cosas y en el aire, en los que ya han muerto, tiempo para tumbarme en la yerba del parque, para ir al programa de mis colegas de la emisora del barrio. Hay tiempo para asociarme, aunque sea un rato, para cambiar el mundo, para destruirlo,  para reunirme con los vecinos, para hablar ante la asamblea, en alto, bien en alto, para quedarme callado. Hay tiempo para todo, para ir de tiendas, para acudir a la cita semanal con mi psicólogo, para salir a fumar, para ver la película, para hacer palomitas, para ir al teatro una vez al mes. Hay tiempo para hacer pesas, para escribir cartas de amor, para ir en autobús, para coleccionar cosas, para prepararme la oposición de friegaplatos. Hay tiempo para seguir el partido, para seguir todos los partidos, para vagabundear sin rumbo, para aprender una cosa nueva todos los días, para comprar lotería, para inventar cosas, para arreglar cosas, para meterse el bajo del pantalón. Hay tiempo para ir a la fiesta y para regar las plantas, para ir a la barbacoa en el ático sin estar nunca cansado, para volver a casa de madrugada en el autobús nocturno haciendo mil paradas. Tiempo para ir al chino, al contenedor, al otro contenedor, para darse crema y lavarse el pelo. Hay tiempo para ir en busca del libro. Para apartarse de la carne, para buscar en el espejo el atisbo juvenil que se va perdiendo, para encontrarme un muerto. Un muerto. Hay tiempo para todo, para ir al trabajo, para volver, para escribir en el trayecto un sueño. Para trabajar, para perder el tiempo, para trabajar de nuevo. Para encontrarme en la cama agotado, para despertar, pesado, mirando al techo.



miércoles, 30 de mayo de 2018

Hay que parar (9 de mayo de 2018)

Hay que parar. Hay que parar y elevarse.
Verme a unos metros sobre el suelo.

Ya que el frío se me aproxima y el tiempo se contrae,
al borde de la senda del cincuentagenario.

Todo lo que haga estará bien, que remedio,
ya que nada tiene sentido, pero ya que estoy metido en este lío de la existencia,
quizá deba rebuscar en los recuerdos,

contar los que otros no dijeron,

antes de que el tiempo se me estreche más
y me pase por encima.

Antes de que todo
sea finalmente

demasiado tarde.

lunes, 7 de mayo de 2018

Poema del siete de mayo

Dormido, pero con ganas
de caer en la tierra fértil del millón de libros,
de ser arrastrado por las poderosas fuerzas que palpitan en el interior del ser.
Una mujer por ejemplo.
O unas letras.
Será porque es vacaciones y el cuerpo se me dispara. 

La historia maravillosa que ponga el universo del revés.
La de un hombre que ha regresado del cielo.
Sí, del cielo, que ahora existe, de reglas muy estrictas.

Reglas que jamás nos han sido entregadas.

No es fácil entrar al cielo, ya os lo digo.

Y aquí, algunos de los mandamientos nunca dichos:

Decir que no, por ejemplo,
No al trabajo, que encadena.
No a la orden, por ejemplo, que rebaja.

Y sí a todas horas.

Ay.

Qué pocos espíritus hay en el cielo.
Pocos.

Pero es porque no lo sabíamos. 









domingo, 29 de abril de 2018

Encuentro en Carabanchel

Un pequeño milagro,
una aparición imprevista. 

Me gustaría llamarlo El encuentro de los dulces.

Qué somos sino eres dulces, hambrientos de los azucares del mundo.

No ha pasado ni siquiera un minuto de la despedida,  y ya quiero descubrir lo ignoto.

Ni siquiera en mi imaginación se atisba la caída en el fracaso,
como si las palabras y lo amable fueran a construir la senda fácil,
el terreno fértil,
donde hemos de encontrarnos de nuevo, donde el pequeño milagro
se descubra con toda su crudeza, como el prodigio que esperábamos.

Maravilla por Construir, se llama.

Lo asombroso es que no siento el temor.
Como si la oscuridad del mañana hubiera languidecido y callado.

Como si ya estuviese tocado por los designios del cielo.

De pequeño nada, llamémosle por su verdadero nombre;

gigantesco.













martes, 24 de abril de 2018

El hombre que le creció una patata en la cabeza

Pudo brotar un paraíso, pero le salió una patata.

Si al menos fuera un boniato,
¿pero a donde ir con una patata?

Llevó sombrero durante cincuenta años para ocultarla.
Avergonzado.

Cuando llegó el tiempo de la hambruna,
fue de los primeros.

Perdió la cabeza.





lunes, 23 de abril de 2018

No existen islas misteriosas.

Por lo que sé, solo hay inmensos continentes tumultuosos
cubiertos por millones de fuerzas que se agitan en todos los sentidos y direcciones.

Los otros pueblan la tierra.

¿Eso es lo misterioso, lo exótico, la sorpresa?





domingo, 25 de marzo de 2018

Segundo poemita del sábado 24 de marzo. El mundo se pobló de monstruos.

De repente el mundo se pobló de monstruos,
de millones de horribles,
inquietantes,
de seres temerosos,
de todos asustados de todo.

Pegajosos,
ocultábamos el cuerpo tras el gran velo.
Éramos leves, sigilosos.

Temíamos tu mirada.
Tu mirada.
La que lo derrumba todo.

Poemita del 24 de marzo. Los árboles caen.

Los árboles caen.
El ayuntamiento precinta su tronco como el de un muerto.

El viento resopla.
Está enfadado.
Hace miedo.

Asusta a los trabajadores de camino al turno de tarde.

Podría caer la gran cornisa del cielo,
la rama que lo sostiene todo,
la persiana descolgada.

Yo también llego al Trabajo.

Otras fuerzas también merodean.
Me arrastran de un lado a otro.

De igual manera podría morir aplastado.



Poemita del 22 de marzo

Vivía en una nuebe con mis padres y mis hermanos locos.

La gravedad me hizo caer del cielo, a plomo.

Y en el abismo, donde uno siempre resbala,
nada hay para agarrarse.
.
Nada serio, quizá un lápiz,
unas letras que caen.
Nada.

Nada.

Confieso que me encuentro sin hambre,
inapetente de la tierra,
sin ganas de tocar con los pies el suelo.

Poemita del 19 y 20 de marzo, escrito en el metro. El Ojo del científico absorto.

Amaneció en el cielo un ojo.
Enorme. Marrón para ser preciso, que pestañeaba nervioso,
que turbaba los aires,
que penetraba goloso.
Ojo de mil kilómetros
que seguía mis pasos de insignificante miedoso.

"¡Es Dios!"- Decía la gente.
"¡Un mirón!"-Decían los otros.

"¿Tiene Dios pelos en el ojos?"- Pregunto.

Cayó un pelo del cielo aplastándonos a todos.
Aplastándonos como piojos.

Noche oscura de insomnio,
nocturno de terremoto, 
el fin del mundo se anuncia
vestido con alboroto.

Segundo poema del 11 de marzo (Poesía rusa)

He despertado con un poeta ruso en mi lecho,
subido a mi cuerpo,
buscando petróleo en mi pecho.

Y me ha hecho cosquillas de mantequilla.
También rosquillas.

Y a pesar de todo.
He salido ileso.

Poemita del 10 de marzo (poesía rusa)

¡Qué dulce es la envidia!

Sabe a mantequilla y a yeso,
tiene forma de queso,
rayado por supuesto.

¡Y qué dulce es el deseo!

A veces, tiene forma de beso.

Los objetos de Moloch

Los objetos de Moloch se encuentran a la vista.
Son puro deseo, siempre brillan.

Por mucho que se parezcan al cielo, tras ellos, se encuentra el infierno,
aunque sea en un trozo,
pero no puedes verlo.

Matar a Moloch,
reeducarlo,
arriconarle con un pincho en la esquina, mientras se agita.
Dotarle de alma,
de rostro y  de aliento.

Hacerle atractivo.

Lo Bello.

Que tras cada cosa, aparezca otra más dulce: El Nuevo Moloch.

Quizá el Reino de los Cielos.
Esto es, La Fiesta.


domingo, 4 de marzo de 2018

Poemita de 4 de marzo

Como en un chiste de los que yo dibujo,
se bifurcan los caminos.

Usted, empapada, con el pelo lacio bajo la lluvia.
Yo, queriendo revelarla un deseo.

Como en las comedias, te pido un beso,
pero no quieres, porque no te has lavado los dientes.

Nos despedimos,
 y solo queda la gran carcajada del dios de la risa,


que retumba

y que a mi también me alegra, por nombrarlo de alguna manera.









Me entretengo pensando en Usted

Me entretengo pensando en Usted.
En una serie de acciones jamás sucedidas, pero que podrían acontecer.

Que de repente, todas las fuerzas que se agitan en su interior,
toman forma,
y me invitan a descubrir las delicias
que permanecían ocultas.
El piso de mis padres arde;
ya es una pira funeraria.

El crepitar de los libros,
la muerte de los muebles,

me acompañaron durante cincuenta años.

Eran de roca.
Construidos con materia primigenia. Indestructible.

Y ahora son el anuncio de lo que que representan la muerte,
para el mundo, nada.

El recuerdo.
Mis padres.
Sus cosas. Mi infancia.
Todo mi pasado concentrado en un punto de noventa metros cuadrados.
Todo arde. Yo también.

No sé quién aparecerá tras el incendio.

Quizá yo.
Quizá nadie.
quizá otro.
Me interesa el tiempo.
Cómo los segundos arrastran los objetos de un lugar a otro,
también los cuerpos,
los sueños.

El piso de mi madre, donde guardo todos los recuerdos,

se desintegra ante mis ojos.

miércoles, 21 de febrero de 2018

Aparición

Al principio, Usted, era una luz centelleante,
una palabra:

"Aquí"

Apareció de repente, en una página de contactos,
de perfil.
Nada decía, pero quizá lo dijera todo.

Después, inesperadamente, cuando solo esperaba el silencio,
brotó de su boca aquello que tanto deseo y temo.

"¿Quedamos?"

Y Usted emergió en mitad del puente, entre dos países,
dos idiomas.
Un punto donde se condensan 15 años,

como de la nada. 

Si alguna vez estuviste en el extremo de un trampolín cuando fuiste pequeña,
sabrás de lo que hablo,

de algo parecido al vértigo.

A un paso del salto donde todo cambia.

Y Usted, que solo era de neutrinos inestables,
comenzó a tener forma.

miércoles, 14 de febrero de 2018

Como en las películas



Yo te vi.
Te vi tan cerca que fuiste posible,

y ya no quiero que te disuelvas
ni me entregues al olvido.


Espera.
No tan rápido.
Que la nada guarde su turno.
Deja caer de tu boca la palabra dulce que ando esperando.

Que caiga lenta, clara, 

mecida hasta mitad del puente

donde yo te ando pensando.

Notas sobre mi trabajo

Qué mi trabajo no está mal para lo que hay,
qué otros, ni siquiera pueden hablar en alto,
qué Damocles se balancea, siempre a punto de crear abismos.

Y a pesar de todo, no quiero ir.
Imagino a mis potencias agostándose, allí.

Abro a puerta del curre y veo a mis padres consumiéndose.
Esto ya sucedió: la matanza del sueño.
Y veo a los abuelos de mis abuelos pudriéndose,

en el olvido.
Mi herencia, como la de usted, es el abismo.

Entre tanto, ese dejar pasar el tiempo creando mundos.
Cruzando palabras y dibujando signos, en el metro, camino al trabajo.
Agitando los brazos para ser visto.

Cada mujer y cada hombre parecen ocultar un misterio,
un continente, una nueva galaxia,
una ínsula atractiva, al menos,
o solo un puñado de nervios.

Pero si tan solo fuéramos la brizna de hierba,
la mota de polvo,
un triste suceso,

merecemos ser descubiertos.

Mi primera vez

Me recuerdo claro, a los 37, abriendo aquella puerta por primera vez.

Yo, de puro algodón.
Una pequeña chispa y todo mi ser comenzaría arder.

Me sorprendió la agitación, las prisas, los gritos,
esa carrera alocada a ningún lado.

Yo, el subalterno, como siempre,
el sin voz. Solo brazos y pies.

Después cada día el olvido.

Prometí escapar y ya han pasado 12.

Moloch devoró mis restos,
el de un cuerpo llamado El Joven.


Mi primera nochebuena cenando solo

Se abre una puerta.

Su voz es oscura.
Su boca ancha.

No dice nada nuevo, ya lo sabemos,
ha de multiplicarse.

Se abre una puerta y se cierra otra.
La de un mundo que ya ha muerto o está muriendo.
Los muertos, a veces, despiertan de ese sueño sin sueño
donde ya no existen,
donde solo habita la triste eternidad
plagada de olvido.

Despiertan y se introducen en el olor, en el objeto,
agitándose vividamente en el recuerdo.
Deambulan espectralmente en las cabezas
por aquellos lugares donde ya estuvieron.

Los muertos esperan un gesto, quizá el mío,
para que su camino, interrumpido, prosiga,

hacia el futuro.




martes, 13 de febrero de 2018

La llegada de la Tercera Ilustración (de Pablo)

El día el día en el que Nuestra Señora me abrazó,
dejé de morir lapidado.

Los ojos del Insecto fueron mis ojos,
el Perro habló en público, por primera vez,

y la Tercera Ilustración tomo cuerpo, en este, mi mundo.

Apuntes sobre Nuestra Señora (de Pablo)

Nuestra Señora es la que nos cuida.

No es el señor de Barba Blanca.
Severo.

Es Nuestra Señora. Construida con un millón de pieles,
las nuestras.

Ahora que ha llegado, puedo morir si me place en la cuneta.

Sin temor a que Ella me falte.

Envejecer tranquilamente (de pablo)

Podemos envejecer, tranquilamente, ya que no tenemos descendencia,
morir de repente, en las calles.
Decir cosas raras, en el café, acorralados por el ictus.

Fuimos millones, repartidos por el mundo.
Descubrimos que dios y el diablo eran lo mismo.
Que la vida es caníbal, que se devora a sí misma,
que dura un instante,

que al final es invisible.

Que el Estado nos creó en el laboratorio, como a monstruos,
cuando el último poéta murió solo .
Que llegó El Robot, amando a todos, lanzándonos al vacío,
a la desgracia y la podredumbre.
Que nos convertimos en sombras.

Sombras.

Y en lo más oscuro nuestras miradas tuvieron sentido.
Nuestra palabra fue la de todos,
y la ficción se hizo realidad porque nosotros la hicimos.

Ya podemos morir.

La vida

Nos aproximamos a la vida con ganas,
con deseo,
buscando abrazarla,

besarla.

Y sin darnos cuenta nos vemos devorándola.

El gran caníbal,

Nosotros,

La Vida.
El minutero circunvala el cosmos a gran velocidad, acelerándose a cada instante.

Para ralentizar el tiempo, lo mejor, es ser tocado por Nuestra Señora.
Todavía estamos a tiempo.

Ella podría, por qué no, presentarse a las elecciones, salvar el azul turquesa del desastre,
que de repente, la poesía diera ese salto cualitativo con el que sueño.

Sería precioso sentirnos envueltos por el aire fresco que nos espera,
que meciera el velo rasgado,
dejando de ver por momentos el monigote oculto,

la pura realidad.


Dices que yo soy Kevin Johansen

Dices que soy Kevin Johansen,
pero a mí me tiembla la voz.

No he conseguido mantener la máscara más que un instante.
Enseguida cae el telón,
y he de aparecer en el escenario, semidesnudo, con todas las vergüenzas a la vista.

Él, toca el ukelele, desenvuelto,
como un ser apolinio en lo alto del centro del mundo.

Yo, toco la flauta de oídas, solitariamente, a escondidas,
como aquel sileno perdido en el bosque.
Ya sabes, en el laberinto, donde la vejez crece.

Jamás saldré.
He de morir allí.
Dando vueltas y vueltas, escuchando las risas de las gracias,

a lo lejos.