Un pequeño milagro,
una aparición imprevista.
Me gustaría llamarlo El encuentro de los dulces.
Qué somos sino eres dulces, hambrientos de los azucares del mundo.
No ha pasado ni siquiera un minuto de la despedida, y ya quiero descubrir lo ignoto.
Ni siquiera en mi imaginación se atisba la caída en el fracaso,
como si las palabras y lo amable fueran a construir la senda fácil,
el terreno fértil,
donde hemos de encontrarnos de nuevo, donde el pequeño milagro
se descubra con toda su crudeza, como el prodigio que esperábamos.
Maravilla por Construir, se llama.
Lo asombroso es que no siento el temor.
Como si la oscuridad del mañana hubiera languidecido y callado.
Como si ya estuviese tocado por los designios del cielo.
De pequeño nada, llamémosle por su verdadero nombre;
gigantesco.
Desde el mismo momento en el que uno decide ser poeta comienzan las dificultades: no sé francés, mi camiseta a rayas ha encogido, mi pipa ha desaparecido durante la mudanza.
domingo, 29 de abril de 2018
martes, 24 de abril de 2018
El hombre que le creció una patata en la cabeza
Pudo brotar un paraíso, pero le salió una patata.
Si al menos fuera un boniato,
¿pero a donde ir con una patata?
Llevó sombrero durante cincuenta años para ocultarla.
Avergonzado.
Cuando llegó el tiempo de la hambruna,
fue de los primeros.
Perdió la cabeza.
Si al menos fuera un boniato,
¿pero a donde ir con una patata?
Llevó sombrero durante cincuenta años para ocultarla.
Avergonzado.
Cuando llegó el tiempo de la hambruna,
fue de los primeros.
Perdió la cabeza.
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