Hay que parar. Hay que parar y elevarse.
Verme a unos metros sobre el suelo.
Ya que el frío se me aproxima y el tiempo se contrae,
al borde de la senda del cincuentagenario.
Todo lo que haga estará bien, que remedio,
ya que nada tiene sentido, pero ya que estoy metido en este lío de la existencia,
quizá deba rebuscar en los recuerdos,
contar los que otros no dijeron,
antes de que el tiempo se me estreche más
y me pase por encima.
Antes de que todo
sea finalmente
demasiado tarde.
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