Oh, ridícula alma mía
que te agitas desconcertada en la senda brumosa del ensueño.
Has caminado a ciegas
seducida
por la repentina aparición fantasmagórica de la diosa
y ahora
ay
te lamentas
de la amarga sal de la fantasía
Te aventuraste por el camino del fracaso
y ya has llegado,
¿de qué te quejas entonces?
e inicias con cierto temor
el desapego de un amor inexistente
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