Todavía estoy despeinado.
Para ser un hombre llegado del futuro
-ya sabéis, el futuro,
ese lugar tenebroso y al mismo tiempo en flor-
me ocurren demasiadas cosas en estos días.
Encuentros nocturnos, entre cigarros y cervezas,
para acabar desnudos, abrazados en mi cama.
Y después, recontar las papeletas de los votos
y descubrir,
que si, que es posible, que igual el futuro no se derrumba
sobre nuestras arrugas y el cuerpo de los niños
que igual encuentran
y encontramos
trocitos de aire
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