Ustedes creerán, que en el Partido Poético,
las reuniones se hacen en torno a una botella de Amaretto,
y que las palabras, que salen de las bocas de las pobres quimeras,
tratan de buscar los resquicios de las ventanas
para salir a los cielos, disfrazarse de globo inmenso,
siempre susceptible a desinflarse.
La palabra quiere ser vista.
Situarse en los aires, para ser contemplada por todos,
pero lo que quiere de verdad,
es tocar la tierra.
Ser tangible.
Ustedes creerán que los poetas, azules,
un millón en todo el mundo, salvo los presos y los muertos,
fuman en pipa y se afeitan cada tres días.
Creéis que juegan con la metáfora,
que son puro residuo,
Quizá se equivocan.
En el Partido Poético se habla de cosas serias.
De las mujeres, por ejemplo.
De la que está por llegar.
Ya lo dije ayer, el poema está obligado a ser.
Que es si no el parque la escuela la vivienda pública, la biblioteca,
que es si no, Nuestra Señora.
Un poema.
El invento del poeta.
Y ha llegado para concretarse.
Peor para la realidad si el poema se queda en sueño,
en palabra cifrada,
horror si el poema fija su residencia en la Nada.
El poema son los hechos.
Y más que en el aire,
la poesía,
ha de establecerse en el mismo centro de la ciudad.
¿Qué te importa si la palabra, el invento, Nuestra Señora,
desarrolla su labor en una oficina?
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