viernes, 29 de septiembre de 2017

Hay que escribir un poema diario

 Moloch, no puede obligarme a renegar a hablar a los del futuro.
Hay que escribirlo,
aunque sea en la puerta de los váteres de la fábrica o la oficina,
con todo el dolor el mundo,
en el mismo lecho de muerte,
aunque sea con el gran puñal clavado en el pecho.

Hay que hacerlo.

Narrar los hechos. 

Qué salga toda la soledad de los hombres a través de sus pústulas
y quede impresa en los libros y en las piedras de los cementerios. 
Cualquier pared vale, 
cualquier servilleta de papel nos enlaza al porvenir.
No volveremos al silencio fácilmente,
ahora, justamente, cuando estábamos aprendiendo a hablar. 
No volveremos a callarnos como idiotas. 

Ha de costarnos la vida, por supuesto, volver a ser los mudos.

A Nosotros, 

a los que hicimos el canelo durante siglos, 
-aunque lo sigamos haciendo,-
pero ya no es lo mismo. 

A mí. 



 





 


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