Algo apartaba las sábanas del lecho del moribundo,
abría mis ojos de poeta muerto,
tiraba de mi pecho, de mi pelo, de mi lengua,
y arrastraba mi cuerpo hacia el mismo centro del mundo.
Ese imán enorme, donde los poetas han de encontrarse,
tiene forma humana.
Nuestra Señora.
Ese algo dispuesto a existir.
El antagonista del infierno, al que me gusta llamar, Lo Atractivo.
Donde podría comenzar el sentido.
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