al menos podría dedicarme a escribir conferencias
y ensayarlas ante el espejo
para vencer algunos miedos
moverme con gracia,
llamar a los muertos,
inventar una palabra que nadie se atreva a pronunciar
y lanzarla al mundo
ante la mirada sorprendida
de una pequeña y desconocida audiencia.
Al finalizar la conferencia
no habrá preguntas.
Yo habré desaparecido
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