Desde los tiempos en los que los que las mujeres eran preciosas y gigantescas
ninguna chica
me había quitado los calzoncillos
y arrancado
las espinas y las escamas
de hombrecito desconcertado
hasta ayer
cubierto de mermelada hasta el amanecer
y ojeras
nos despedimos
y yo
sobre la proa de mi barquito a pedales
con mi catalejo
buscando el camino por el que llegar por fín a la Luna
me perdí en alta mar
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