Con la caída del imperio invernal ocurrirían las cosas,
que seres monstruosos y alados,
apostados en las ventanas vigilaban mis pasos,
y a pesar de todo, o precisamente por ello,
me atrevía,
aun a riesgo de ser fulminado,
que los noúmenos, que no se ven, se arremolinarían,
y que el azar, confabulado, conseguiría que se me cayeran las cosas de las manos.
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