martes, 29 de marzo de 2016

El hombre que decía siempre la verdad




Es un monstruo peludo de clavos sangrantes.

En cuanto le veo, me cambio de acera.


Es mejor huir de sus palabras ásperas, porque a fin de cuentas, yo no soy gran cosa
en esta carrera loca hacia la transcendencia,

así que me rodeo de hombres y mujeres asustados, aterrorizados de quedar expuestos, 
que buscan un territorio de arrullos a salvo del pánico.

A veces voy a las fiestas, y a mí también me tiemblan las manos con sólo verle,
con sólo sentir una palabra suya flotando en el aire.

Y cuando ya no hay remedio,
me acerco a besar sus labios cortantes y a rendirle pleitesía,

no vaya a decir las verdades,

a atravesarme el pecho,
a cortarme el cuello con una letra bien afilada.



No hay comentarios:

Publicar un comentario