El piso de mis padres arde;
ya es una pira funeraria.
El crepitar de los libros,
la muerte de los muebles,
me acompañaron durante cincuenta años.
Eran de roca.
Construidos con materia primigenia. Indestructible.
Y ahora son el anuncio de lo que que representan la muerte,
para el mundo, nada.
El recuerdo.
Mis padres.
Sus cosas. Mi infancia.
Todo mi pasado concentrado en un punto de noventa metros cuadrados.
Todo arde. Yo también.
No sé quién aparecerá tras el incendio.
Quizá yo.
Quizá nadie.
quizá otro.
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