Los objetos de Moloch se encuentran a la vista.
Son puro deseo, siempre brillan.
Por mucho que se parezcan al cielo, tras ellos, se encuentra el infierno,
aunque sea en un trozo,
pero no puedes verlo.
Matar a Moloch,
reeducarlo,
arriconarle con un pincho en la esquina, mientras se agita.
Dotarle de alma,
de rostro y de aliento.
Hacerle atractivo.
Lo Bello.
Que tras cada cosa, aparezca otra más dulce: El Nuevo Moloch.
Quizá el Reino de los Cielos.
Esto es, La Fiesta.
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