Cuando le miro me recuerda a ti
aunque él
no tiene rostro.
Me dices que él es ella, y yo asiento,
que ha pasado la mañana en el interior de un torbellino de papeles,
que a la misma hora yacía inconsciente en plena calle,
que su sangre habla cuando recorre tus cejas rotas,
que un pequeño tumulto se organizó alrededor de su cuerpo
que aún respiraba.
Me gusta escuchar de tu boca
ese fabuloso relato en el que le encontraron recién nacido
en un cubo de basura,
que al caminar liviano dejó indelebles sus pasos,
que no eran los suyos,
que eran los tuyos
Me gusta cuando amanecen las papeleras en los suelos,
en ese lugar insignificante donde la realidad se puso al fin de nuestro lado
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