Los signos eran inequívocos;
el cielo se oscureció
y se entreabrió la puerta del arco iris nocturno.
Esa interminable noche,
esos hombres piedra
arrodillados,
solicitando el perdón a las estrellas
mientras la vida se cubría de polvo
Y ocurrió
que llegaron en sus conchas de nácar y esparto
como lluvia de lágrimas y flores negras
Caían del cielo
para conquistar la Tierra con linternas de risas
Atravesaron el éter
con la promesa de acabar con el llanto
y construir el mundo,
en busca de la vida,
de un manantial de murmullo lejano
que nadie oía.
Esperábamos el milagro
y tan solo llegó un pueblo del cielo
con canciones
que nadie veía
Soñaban con vivir la vida
Tan pequeños,
corrían por las calles
asombrados.
Traían un futuro en sus manos
que nadie quería
Y el gran ojo les miró
lanzando un rayo en la noche.
En la noche.
En la noche que nunca se acaba
solicitando el perdón a las estrellas
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