Creo que ya estuve en sus ojos, que recorrí su oscuro un millón de veces
sin temor a perderme.
Usted debe ser el futuro y del pasado, lo sé.
Desde allí toca su flauta todas las mañanas.
Y yo la oigo, sin saber si su nombre es Juego o Sueño.
A veces siento el deseo y la tristeza.
Temo su evanescencia, también temo desmerecerla.
En cualquier momento, podría desaparecer.
Recuerdo el mañana, hace muchos siglos,
cuando nos despertábamos a diario con un beso.
Nadie lo sabe,
ni siquiera usted.
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