miércoles, 9 de agosto de 2017

Imposible reconocerme en el azul, en los poetas de los arrabales.

Viven en las afueras, lejos del gran ojo del cíclope.
Duermen a la sombra, en la cárcel.
Mendigan.
Roban Amaretto.

Parecen sombras. Masas de células inertes,

y sin embargo se mueven.

Ahora existen clubs por todo Mandril de poetas delirantes,
de una señora loca,
de un ensueño futuro en este mismo instante,
de 15 horas,
de una renta para todas.


Un robot llama a mi puerta.
Sonrío.
Ha metido su mano en mi alma y me ha arrancado el sentido.








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