De repente el mundo se pobló de monstruos,
de millones de horribles,
inquietantes,
de seres temerosos,
de todos asustados de todo.
Pegajosos,
ocultábamos el cuerpo tras el gran velo.
Éramos leves, sigilosos.
Temíamos tu mirada.
Tu mirada.
La que lo derrumba todo.
Desde el mismo momento en el que uno decide ser poeta comienzan las dificultades: no sé francés, mi camiseta a rayas ha encogido, mi pipa ha desaparecido durante la mudanza.
domingo, 25 de marzo de 2018
Poemita del 24 de marzo. Los árboles caen.
Los árboles caen.
El ayuntamiento precinta su tronco como el de un muerto.
El viento resopla.
Está enfadado.
Hace miedo.
Asusta a los trabajadores de camino al turno de tarde.
Podría caer la gran cornisa del cielo,
la rama que lo sostiene todo,
la persiana descolgada.
Yo también llego al Trabajo.
Otras fuerzas también merodean.
Me arrastran de un lado a otro.
De igual manera podría morir aplastado.
El ayuntamiento precinta su tronco como el de un muerto.
El viento resopla.
Está enfadado.
Hace miedo.
Asusta a los trabajadores de camino al turno de tarde.
Podría caer la gran cornisa del cielo,
la rama que lo sostiene todo,
la persiana descolgada.
Yo también llego al Trabajo.
Otras fuerzas también merodean.
Me arrastran de un lado a otro.
De igual manera podría morir aplastado.
Poemita del 22 de marzo
Vivía en una nuebe con mis padres y mis hermanos locos.
La gravedad me hizo caer del cielo, a plomo.
Y en el abismo, donde uno siempre resbala,
nada hay para agarrarse.
.
Nada serio, quizá un lápiz,
unas letras que caen.
Nada.
Nada.
Confieso que me encuentro sin hambre,
inapetente de la tierra,
sin ganas de tocar con los pies el suelo.
La gravedad me hizo caer del cielo, a plomo.
Y en el abismo, donde uno siempre resbala,
nada hay para agarrarse.
.
Nada serio, quizá un lápiz,
unas letras que caen.
Nada.
Nada.
Confieso que me encuentro sin hambre,
inapetente de la tierra,
sin ganas de tocar con los pies el suelo.
Poemita del 19 y 20 de marzo, escrito en el metro. El Ojo del científico absorto.
Amaneció en el cielo un ojo.
Enorme. Marrón para ser preciso, que pestañeaba nervioso,
que turbaba los aires,
que penetraba goloso.
Ojo de mil kilómetros
que seguía mis pasos de insignificante miedoso.
"¡Es Dios!"- Decía la gente.
"¡Un mirón!"-Decían los otros.
"¿Tiene Dios pelos en el ojos?"- Pregunto.
Cayó un pelo del cielo aplastándonos a todos.
Aplastándonos como piojos.
Noche oscura de insomnio,
nocturno de terremoto,
el fin del mundo se anuncia
vestido con alboroto.
Enorme. Marrón para ser preciso, que pestañeaba nervioso,
que turbaba los aires,
que penetraba goloso.
Ojo de mil kilómetros
que seguía mis pasos de insignificante miedoso.
"¡Es Dios!"- Decía la gente.
"¡Un mirón!"-Decían los otros.
"¿Tiene Dios pelos en el ojos?"- Pregunto.
Cayó un pelo del cielo aplastándonos a todos.
Aplastándonos como piojos.
Noche oscura de insomnio,
nocturno de terremoto,
el fin del mundo se anuncia
vestido con alboroto.
Segundo poema del 11 de marzo (Poesía rusa)
He despertado con un poeta ruso en mi lecho,
subido a mi cuerpo,
buscando petróleo en mi pecho.
Y me ha hecho cosquillas de mantequilla.
También rosquillas.
Y a pesar de todo.
He salido ileso.
subido a mi cuerpo,
buscando petróleo en mi pecho.
Y me ha hecho cosquillas de mantequilla.
También rosquillas.
Y a pesar de todo.
He salido ileso.
Poemita del 10 de marzo (poesía rusa)
¡Qué dulce es la envidia!
Sabe a mantequilla y a yeso,
tiene forma de queso,
rayado por supuesto.
¡Y qué dulce es el deseo!
A veces, tiene forma de beso.
Sabe a mantequilla y a yeso,
tiene forma de queso,
rayado por supuesto.
¡Y qué dulce es el deseo!
A veces, tiene forma de beso.
Los objetos de Moloch
Los objetos de Moloch se encuentran a la vista.
Son puro deseo, siempre brillan.
Por mucho que se parezcan al cielo, tras ellos, se encuentra el infierno,
aunque sea en un trozo,
pero no puedes verlo.
Matar a Moloch,
reeducarlo,
arriconarle con un pincho en la esquina, mientras se agita.
Dotarle de alma,
de rostro y de aliento.
Hacerle atractivo.
Lo Bello.
Que tras cada cosa, aparezca otra más dulce: El Nuevo Moloch.
Quizá el Reino de los Cielos.
Esto es, La Fiesta.
Son puro deseo, siempre brillan.
Por mucho que se parezcan al cielo, tras ellos, se encuentra el infierno,
aunque sea en un trozo,
pero no puedes verlo.
Matar a Moloch,
reeducarlo,
arriconarle con un pincho en la esquina, mientras se agita.
Dotarle de alma,
de rostro y de aliento.
Hacerle atractivo.
Lo Bello.
Que tras cada cosa, aparezca otra más dulce: El Nuevo Moloch.
Quizá el Reino de los Cielos.
Esto es, La Fiesta.
domingo, 4 de marzo de 2018
Poemita de 4 de marzo
Como en un chiste de los que yo dibujo,
se bifurcan los caminos.
Usted, empapada, con el pelo lacio bajo la lluvia.
Yo, queriendo revelarla un deseo.
Como en las comedias, te pido un beso,
pero no quieres, porque no te has lavado los dientes.
Nos despedimos,
y solo queda la gran carcajada del dios de la risa,
que retumba
y que a mi también me alegra, por nombrarlo de alguna manera.
se bifurcan los caminos.
Usted, empapada, con el pelo lacio bajo la lluvia.
Yo, queriendo revelarla un deseo.
Como en las comedias, te pido un beso,
pero no quieres, porque no te has lavado los dientes.
Nos despedimos,
y solo queda la gran carcajada del dios de la risa,
que retumba
y que a mi también me alegra, por nombrarlo de alguna manera.
Me entretengo pensando en Usted
Me entretengo pensando en Usted.
En una serie de acciones jamás sucedidas, pero que podrían acontecer.
Que de repente, todas las fuerzas que se agitan en su interior,
toman forma,
y me invitan a descubrir las delicias
que permanecían ocultas.
En una serie de acciones jamás sucedidas, pero que podrían acontecer.
Que de repente, todas las fuerzas que se agitan en su interior,
toman forma,
y me invitan a descubrir las delicias
que permanecían ocultas.
El piso de mis padres arde;
ya es una pira funeraria.
El crepitar de los libros,
la muerte de los muebles,
me acompañaron durante cincuenta años.
Eran de roca.
Construidos con materia primigenia. Indestructible.
Y ahora son el anuncio de lo que que representan la muerte,
para el mundo, nada.
El recuerdo.
Mis padres.
Sus cosas. Mi infancia.
Todo mi pasado concentrado en un punto de noventa metros cuadrados.
Todo arde. Yo también.
No sé quién aparecerá tras el incendio.
Quizá yo.
Quizá nadie.
quizá otro.
ya es una pira funeraria.
El crepitar de los libros,
la muerte de los muebles,
me acompañaron durante cincuenta años.
Eran de roca.
Construidos con materia primigenia. Indestructible.
Y ahora son el anuncio de lo que que representan la muerte,
para el mundo, nada.
El recuerdo.
Mis padres.
Sus cosas. Mi infancia.
Todo mi pasado concentrado en un punto de noventa metros cuadrados.
Todo arde. Yo también.
No sé quién aparecerá tras el incendio.
Quizá yo.
Quizá nadie.
quizá otro.
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