Las maravillas que estaban esperándome
un día comenzaron a amontonarse
y los minutos que duraban treinta segundos,
desaparecieron.
Aún así,
no hay perder el empeño de encontrar de nuevo el tiempo,
allá donde esté,
de alargar los segundos,
de alcanzar las costas de los manzanos,
y no sé que podría encontrar,
quizá,
una maravilla
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