sábado, 8 de junio de 2013

Marx en Lavapiés

Al abrir la puerta estrecha de la taberna
me esperaba Marx,
con su vestido blanco,
sus periódicos
y su voz preciosa,
agitando sus manos
y golpeando rotundamente la mesa

Y entre cervezas,
me hablaste de los futuros posibles,
y de algunos pequeños monstruos cotidianos
que insisten en cercarte.

Yo estaba tan tranquilo con mi vida,
aterrorizándome con mis cosas,
hasta que llegaste tú;

me dijiste que allí fuera había enloquecido el mar y el aire,
y que el verano había muerto mucho antes de comenzar

¿No te parece que estamos demasiado tranquilos
para haber llegado el fin del mundo?

Marx estaba muy guapa,
con su vestido blanco, sus libros,
y su voz preciosa

y aunque se había hecho mayor,
a mi me seguía enloqueciendo su forma de agitar las manos
y golpear rotundamente la mesa




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