martes, 25 de junio de 2013

Llegué tres minutos tarde a Ávalon

Llegué tres minutos tarde a Ávalon.

Temía que tres minutos arrastraran la isla
hacia el Ártico
hasta quedar paralizada por el frío.

Y sin embargo, Ávalon estaba allí.

Era una mañana de domingo
el día en que vi por primera vez a Ávalon y paseé por sus costas,
y aunque no tuve valor suficiente para adentrarme demasiado en su interior
nada me inquietaron
sus silencios profundos.

Estuve toda la mañana en la isla de Ávalon
hasta que los minutos me envolvieron,
expulsándome de la isla hacia el mundo líquido donde ahora me encuentro.

Quisiera volver a Ávalón de nuevo.
Conocer su secreto.
Recoger sus frutos, si es que la isla me los entrega.
Abrir las ventanas por las noches
con la esperanza de escuchar a los manzanos que se agitan por el viento,
e imaginar que Ávalon me habla,

y es una mujer





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