Lo sé, huelo a sexo
que embriaga el autobús nocturno
y escribo mensajes amorosos,
erotizado,
cubierto de besos
en la madrugada
sin temor a hacer el bien o el mal.
Llego a casa.
Me desnudo.
Bebo un vino.
Enciendo un cigarro
y doy las gracias a la providencia
por ser un hombre afortunado
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