No son un fenómeno meteorológico.
Son gigantescos,
pero me gusta imaginar su insignificancia,
que todo es una trampa del microscopio.
Y sin embargo no les tengo miedo.
No sé por qué.
Quizá aprendieron a usar la máscara, y parecen bellos,
pero algún día se ensañarán conmigo y destrozarán mi cuerpo.
Y me digo,
para continuar la vida,
que en el mundo hay más cosas que los ácaros gigantes
que interrumpen mis sueños.
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