Abro la puerta del hogar, y el calor se ha ido
en una de esas nubes que también se llevó la tristeza.
Me afeito y me corto.
Contemplo la sangre resbalando por los labios, y no siento nada,
ni siquiera me inquieto,
y no tengo miedo,
ni tengo sonrisa, ni sus recuerdos;
por eso busco a la poesía,
a la gran promesa que empujará a la realidad los sueños
donde reímos a escondidas.
En esta calma enorme donde ya no existe la prisa,
donde me siento tranquilo,
donde nada me atraviesa.
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