Abres puertas con la mente, como si tal cosa,
ahora parecen automáticas,
puertas que permanecían cerradas desde hace mucho, quizá desde siempre.
Puertas enormes,
-tan grandes, que ni siquiera sabíamos que eran puertas,
y nosotros parecíamos insectos a su lado-
y ahora, nuestro rostro se transforma en el rostro del hombre.
Abres puertas falsas,
secretas,
ocultas,
por donde siempre se nos prohibió pasar.
Puertas que impedían las vistas,
que al abrirlas, dejaban atrás a los monstruos,
y nos otorgaban el derecho a ser preciosos.
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