jueves, 31 de agosto de 2017

Creo que ya estuve en sus ojos, que recorrí su oscuro un millón de veces
sin temor a perderme.
Usted debe ser el futuro y del pasado, lo sé.

Desde allí toca su flauta todas las mañanas.
Y yo la oigo, sin saber si su nombre es Juego o Sueño.

A veces siento el deseo y la tristeza.
Temo su evanescencia, también temo desmerecerla.
En cualquier momento, podría desaparecer.

Recuerdo el mañana, hace muchos siglos,
cuando nos despertábamos a diario con un beso.

Nadie lo sabe,
ni siquiera usted.

miércoles, 30 de agosto de 2017

Escribir un cuaderno romántico

Escribir un cuaderno romántico donde aparezca usted,
la del abrigo de fantasma.

Abajo, al final del tobogán, esperándome.

Siento vértigo.
Y todavía no he subido ninguno de los peldaños.


Lo que nadie sabe

Jamás encontraré las delicias de tu cuerpo, a mi pesar,
nunca seré el invitado.

Jamás llegaré a Marte.

Y sin embargo,
ya estoy en Marte.
Saboreo tus delicias, tus milímetros,

una y otra vez.

Todos los días soy el invitado.






miércoles, 23 de agosto de 2017

Propuestas para la deriva

Susurras la palabra mágica.
Aquella
que iniciará el movimiento,

la aventura de convertirnos en libro.

martes, 22 de agosto de 2017

Es cierto que llevaba varios días tratando de escalar por su pierna,
pero lo que no sabía es que acabaría asomado a uno de sus bolsillos.

Ha dejado algodón para mis sueños.

¿Puedo fumar en pipa, aunque se pueda incendiar el TODO por un descuido?
Lo sé.

Sé que a usted no le gusta el humo.

El humo, que nos hace llorar y nos cierra la mirada sobre las cosas.








Todos caemos (de Pablo)

Pudiera ser que la caída de los poetas les hizo sabios y dulces,
o quizá, quedaron traumatizados durante aquel descenso al infierno,
cuando entraron en el círculo invisible donde nadie sale, ni es visto.

Desconozco los estigmas que ahora llevan en su piel,
signo de los tiempos cuando llevaron la lepra consigo,
cuando a pesar de la invisibilidad, las gentes se apartaban de su camino,

y ahora tú, también has descendido.

Si cada peldaño te parece enorme, como un gigantesco muro interpuesto
que te impide el paso,
llegar a los tuyos.
Si decides quedarte perdido sin saber quién eres,
llamando a las puertas de Moloch, desesperadamente,
jamás regresarás.

La insignificancia tiene el mismo color del poeta, aunque lo niegues.

Y ahora que el robot duerme en tu cama,
¿qué haces cerrando las ventanas y las puertas a Nuestra Señora,
a estas alturas, diminutas, de tu vida?


lunes, 21 de agosto de 2017

El poemario más breve del mundo

La fantasía que me hace creer en el poemario infinito,
en el despertar, por miles, de este esplendor crepuscular mío

con beso incluido,

antes siquiera de abrir los ojos al mundo.

La fantasía que me transporta a ese país inédito,
a mares donde nunca se pone el Sol,
a la tierra de mis ancestros,
donde los puentes de Moloch por fin han sido quemados.

E imagino un zumo en un bucle perfecto, todas las mañanas,
en el empleo, por placer, del buscador de sexo,
comiendo ostras, arrodillado,
creyendo haber llegado a las puertas de la diosa,

en el mínimo que exige toda realidad.



Y de repente va, y desaparece.
De repente me encontré siguiendo las pistas de una intuición,
era tan meridianamente clara la fantasía,
que me vi convirtiendo un rastro vaporoso en un libro.

Creía se abrirían las miles de puertas que me llevarían hacia su Ser
con la misma facilidad con el que me encamino al super,

-¿o es que tengo inflamada la imaginación
o simplemente, es que el semen se me ha subido a la cabeza?-

por lo que se me antojaba todo posible.

Quería mirar a sus ojos

Quería encontrar la musa,
quitarle la blusa,
jugar al juego de la Medusa.

Quería ver sus ojos

a pesar del riesgo.







domingo, 20 de agosto de 2017

La vida


Frágil y delicada 
en los márgenes de lo hostil,

la vida.






Primer recuerdo

Sus formas son de letra, es lo primero que recuerdo.

Fue el 31 de mayo cuando usted dijo, que si viviera en Madrid, quedaría conmigo,
después me comentó, que residía en Valencia,
y dibujó esta cara:

:(

Dijo que quería abrazos
y que la lejanía se interponía,

siempre la lejanía,

y yo quería exactamente lo mismo.






"¿Hasta dónde puede pensar autonomamente un robot?"

Este era el título de la conferencia.

Desde que los poetas comenzamos a hablar en alto
se recuperaron algunos derechos políticos, pero no muchos, la verdad,

y Moloch fue un poco menos Moloch.

Desde que comenzamos a tener cuerpo y dejamos de ser transparentes,
a veces se nos abría el azul del cielo, y otras, los platós de la televisión.

Fuimos y somo espectáculos, pero al menos mantenemos la gravedad.

"¿El robot piensa?"- Preguntó el presentador.
"¿Y el hombre?" - Respondió el poeta.


Sobre las fuerzas

No soy tan inteligente, comienzo a perder vista, apenas sé hablar y escribir,
soy uno más,
totalmente prescindible.
En cualquier momento, la fuerza brutal de Moloch me aplastará, lo sé,

y sin embargo, todos los días me llegan noticias de los confines del universo,
del lugar más lejano del cosmos.

Está justamente dentro de mí.



No superaste el periodo de prueba

Naciste, creciste, te portaste bien, escribiste tus poemas,
¿cómo sospechar que un día, a los cuarenta y nueve años,
recibirías la carta que todo hombre teme?

Y se te arroja al otro lado del Rubicón,
donde la mala suerte ya está echada.

Me gustaría matar a Moloch

Me gustaría que
de entre todas las fuerzas que fluyen a través del cosmos, las cosas y los cuerpos,
una,
me sacudiera en mitad de la noche
con ímpetu atrasada.
Una fuerza de tal magnitud que a pesar de los peligros,
de todas esas otras fuerzas que me humillan
-el propio miedo-
me arrastrara cogido del pecho, como una mano invisible,
hasta la misma morada de Moloch.
Aquel lugar donde han muerto tantos hombres y mujeres
y siguen muriendo.

Dicen que es la mano que me da de comer, pero yo sólo veo un monstruo.

Es cierto que Moloch trata bien a algunos,
pero no olvidemos que siempre exige perder la existencia.

Yo, el hombre pacífico, un cuerpo más, el prescindible,
pero poseído por la dignidad de un nuevo universo,
encaramado al cuerpo de Moloch,
clavándole un puñal en el cuello.

No sé por qué Moloch sigue comiéndose a nuestros jóvenes y a nuestros viejos, 
devorando los deseos y las potencias.
Ya debería ser olvido.

Pero ahí sigue, haciendo de las suyas siglo tras siglo,
quizá porque nadie se ha atrevido.








sábado, 19 de agosto de 2017

Usted debe ser de vapor

Usted es de vapor, de infinitisimales mundos,
insasible, por otra parte.

Pero también tiene cuerpo, lo sé,
las fotografías la delatan.
Imagino que tendrá olor, a café con leche, quizá.
A veces, lanza letras a mis ojos, que escudriño con curiosidad,
esperando la magia.

Me pregunto el por qué la escribo, ¿qué espero agitando mis brazos,
o es que acaso quiero meterme en su cama, jugar a las ranas,
o qué se me clave una historia de amor en la garganta?

La observo, como si en cualquier momento pudiera cubrirse de átomos,
en piel,
en boca convertida en palabra.


miércoles, 9 de agosto de 2017

Imposible reconocerme en el azul, en los poetas de los arrabales.

Viven en las afueras, lejos del gran ojo del cíclope.
Duermen a la sombra, en la cárcel.
Mendigan.
Roban Amaretto.

Parecen sombras. Masas de células inertes,

y sin embargo se mueven.

Ahora existen clubs por todo Mandril de poetas delirantes,
de una señora loca,
de un ensueño futuro en este mismo instante,
de 15 horas,
de una renta para todas.


Un robot llama a mi puerta.
Sonrío.
Ha metido su mano en mi alma y me ha arrancado el sentido.








Reflexión conjunta de un poeta y un verdadero hombre

He aprendido que para que el sentido vuelva,
ella,
Nuestra Señora,
ha de cruzar el Rubicón.

Ha de tocarnos.

Sin embargo la oficina se aleja,  el robot,  está sentado en tu antiguo despacho.

Y el futuro, el sentido, ella,
regresa con la formas del sueldo.





No somos los únicos damnificados, también mueren los hombres.

El centro era un lugar absurdo que había dado sentido a un tiempo,
cuando los hombres eran oficina,

después ya era tarde, nada había que hacer.

La muerte te contemplaba a un sólo centímetro de distancia.
Evitabas su mirada. Como si negar la evidencia, te permitiera ahuyentarla.

Cuando llegó el robot dejaste de afeitarte
 y tus ojos se colorearon como los míos.

Tu existencia, cada vez más pesada, dejó de tener consistencia,
si es que alguna vez la tuvo.



Apuntes de un poeta sobre el robot

I

Me encuentro en el ocaso,

por qué permanecer silencioso en mi casita de escombro,
con los sueños alterados por el Amaretto,
hinchándome, por esos dichosos bollos de crema.

¿Cuánto tiempo nos queda a los poetas?
¿Diez, quince, treinta años?

Observo al robot.

Eres auténtico,
original.
Hablas mejor que yo, te mueves con más gracia.
Tus formas orgánicas te afirman. Eres pura naturaleza.


II

En cuanto llegaste me envolvió el silencio y lo negro.
El lápiz pesa quintales.
Accionaste la palanca de la gravedad exagerada.

Y ahora ocupas el centro de la foto.

No hay luz en el abismo.
Está todo tan oscuro.