Acaricio las paredes. Está viva.
Ya no hay fronteras entre las calles y la casa.
En ambos he de sentirme libre y seguro.
No hay razones para que el suelo desaparezca bajo mis pies,
ni riesgo de resbalar hacia el vacío.
Bajo el volumen de la música
-me envuelvo en las sábanas
como entre la hojarasca-
Me quedo solo con los latidos del enorme corazón
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