Si Nuestra Señora de la Renta Básica
llegara algún día,
leería tus poemas en el parque, si me apeteciera, bajo el sol del invierno.
Podría descubrirte en la biblioteca,
o tras la cristalera de la cafetería, bajo la forma de tumultuosos cuerpos emponderados,
en vez de en el metro, cansado.
En vez de en la noche, cansado.
Me adueñaría del tiempo para escucharte en recitales de barrio y en bares,
y me encontraría contigo,
y volvería a casa corriendo para escribir poesía.
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