Soñamos con la República Democrática del gran Mandril.
Una tierra abierta a todos.
Un lugar donde pequeños soviets de barrio, proponen dónde colocar las flores.
Mientras tanto,
Nuestra Señora se nos aparece día y noche.
Abrimos unas cuantas cervezas para celebrarlo,
aún sabiendo que temibles pulsiones tratarán convertirnos en meras sombras.
En ectoplasmas, de los que nadie quiere acordarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario