Me convierto en un método, en vías de fracaso.
Llego tarde. Los vecinos se disuelven, el desahucio ha sido paralizado.
Todavía es posible firmar un papel, que no sé que dice, y saludar a Jorge
-que siempre llega a tiempo a todas las acciones de la PAH-.
Me dirijo recién duchado a la biblioteca, para escribir cualquier cosa,
por ejemplo; el argumento de una máquina
que nos permite convertirnos en otros hombres, a nuestro antojo.
Vuelvo a casa,
como algo,
me echo la siesta y regreso a la biblioteca
para escribir las tres primeras páginas de una obra de teatro.
Después estudio algo.
Regreso,
me duele el ojo.
Me acuesto, y leo hasta las tantas el poemario de una chica Hiperión
y el atlas de Le Monde Diplomatique sobre las utopías.
Y me duermo
y entremedias ceno un huevo frito en bocadillo.
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