Estamos a salvo de los hombres de musgo
que se aproximan y llaman a las puertas del gran Mandril,
pero no podemos abrir.
Detenemos lo verde con el fuego, como robots con enormes cerillas.
Estamos a salvo, y sin embargo, una brizna de hierba ha crecido en el asfalto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario