viernes, 30 de octubre de 2015

Cómo ocurrió que la muerte, con minúscula, se enamorara del violonchelista y su perro


 Qué me hace particular a mí, diferente,
para que la muerte en vez de entregarme una carta violeta, 
se enamore de mis cosas, de mi cuerpo, de mi palabra,
que descubra mis nervios y el miedo se me reflejan en las caras,
y le guste.

Yo abriría la puerta de mi piso y las sábanas para ella,
y quizá se viniera a vivir conmigo, sin contratos, con sus gafas de sol y su rostro plata,
pero algo de romántico sí que habría,
aunque me pudiera abandonar en cualquier momento y ello significara el fin de los días .

Ella me dejaría todo el tiempo del mundo,  sin duda.
Si me quisiera, yo podría despedirme del trabajo, aprender a pensar,
tocar un instrumento. El violonchelo, por ejemplo. A ella le gusta el violonchelo.

Yo acabando el tebeo y ella haciendo sus cosas,
saliendo por ahí a matar a mi familia y a mis amigos, a mis desconocidos,

pero yo no he sido el deseado.





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