Me he convertido en lo que tú deseas que sea.
Tus ojos se vuelven hacia mí cuando entro en la tienda de los bollos de crema.
Si salgo corriendo es porque he hecho algo, por la vergüenza inmensa.
Correr,
salir del propio margen, más allá de sus límites,
atravesar la hendidura abierta en el gran abrazo que cierra el mundo.
Fuera, no hay nada.
La intemperie.
Los Otros, los que se lleva el viento,
agarrados a sus casitas de escombro y chatarra, donde yo tengo mi cueva.
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