49.
Forzando las circunstancias para investigar los signos, en este I Ching viviente.
El oráculo habla:
El lugar simplemente es, a pesar de la soledad y su belleza.
Ni siquiera me conmueve, pero me gusta.
El búho me sobrevuela al caer la noche.
Tiene curiosidad o hambre atrasada. Me divierte y el frío se levanta. Se ríe de mi.
Desde sus ojos parezco un gusano escondido en el saco.
La mirada, la mía, descubre las caras de la noche, sin Luna.
Qué es Madrid, su resplandor, sino un falso amanecer.
Imposible dormir.
El viento.
El día.
Todo lo que había imaginado para la mañana, se desintegra, por la prisa de la fuga.
Escapo de la belleza castigado por el frío.
Sólo quiero el café, las cuatro paredes de la cantina.
Pero no es la hora.
El mundo no comienza cuando yo lo quiero.
Así que busco el Sol, su calor y duermo y vuelvo.
¿Por qué me cuenta la vida la mujer de la cantina?
Me anuncias la desgracia.
La hemorragia.
Caen mis contemporáneos; la juventud.
Y las puertas del trabajo se me abren, como todos los días.
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