49.
Tengo un año para pensar el qué hacer,
si comprar un martillo y destrozarlo todo,
o afeitarme y continuar por el descenso, sin pensar en nada.
Y sin embargo, existe la posibilidad del esplendoroso crepúsculo.
Ese territorio viscoso, en equilibrio,
donde reír a carcajadas porque he dejado de hacer el canelo.
Ese lugar donde se va muriendo, y donde yo,
paradójicamente, resucito.
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