Te convertiste en interrogación.
Al parecer, te sublimaste.
Pasando de sólida a enigma,
desvaneciéndote de entre los hombres
hasta que la semana pasada, apareciste ante mí,
en otro cuerpo,
en la misma puerta del trabajo.
Me alegré de verte, aunque te sentí esquiva.
¿Es posible que hubieras dejado de ser tú?
Entonces me revelaste el misterio:
habías tenido un niño.
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