Dices que soy Kevin Johansen,
pero a mí me tiembla la voz.
No he conseguido mantener la máscara más que un instante.
Enseguida cae el telón,
y he de aparecer en el escenario, semidesnudo, con todas las vergüenzas a la vista.
Él, toca el ukelele, desenvuelto,
como un ser apolinio en lo alto del centro del mundo.
Yo, toco la flauta de oídas, solitariamente, a escondidas,
como aquel sileno perdido en el bosque.
Ya sabes, en el laberinto, donde la vejez crece.
Jamás saldré.
He de morir allí.
Dando vueltas y vueltas, escuchando las risas de las gracias,
a lo lejos.
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