Me recuerdo claro, a los 37, abriendo aquella puerta por primera vez.
Yo, de puro algodón.
Una pequeña chispa y todo mi ser comenzaría arder.
Me sorprendió la agitación, las prisas, los gritos,
esa carrera alocada a ningún lado.
Yo, el subalterno, como siempre,
el sin voz. Solo brazos y pies.
Después cada día el olvido.
Prometí escapar y ya han pasado 12.
Moloch devoró mis restos,
el de un cuerpo llamado El Joven.
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