Observo mis pies
esperando el primer paso:
el de un monje ateo arrojado a los parques.
Quizá fabrique cosas, invente herramientas, inagure pequeños mundos.
He pensado en hilvanar un hábito de chistes
y cubrirme con él
para atravesar la ciudad a salvo de las palabras
-algunas letras puntiagudas pueden clavarse en las geografías más sensibles de mi cuerpo-
Ni una sola lágrima pienso derramar. Saludaré al Sol
y me someteré a las lecturas.
Me imagino ensoñando argumentos de los que brota el dinero.
No importa, seguiré siendo pobre,
caminando a la gran montaña
donde crecen mujeres entre la maleza.
Qué bien se respira.
Idearé un libro mágico. Un manual del perfecto pinche de cocina.
Sería un regalo que la inquisición lo prendiera fuego,
prueba inequívoca de que un hermoso lo ha escrito,
y alguien,
aunque sea un monstruo, lo ha leído.
No hay comentarios:
Publicar un comentario