Escupo a tu reino cuando me envalentono, siempre a escondidas.
Te escribo poemas de odio a todas horas.
¿O es que no mataste a mis padres y a los padres de mis padres?
Te la tengo jurada.
Y sin embargo, lo sabes,
si me llamas acudo siempre,
me arrodillo ante ti.
Si me separas de tu lado, siento el frío,
un cierto abismo se me anuncia:
temor de ser el otro, fuera de tu mirada.
Se me escapa la existencia.
Oh, Moloch, muérete de una vez,
que la república de Juego me espera,
dionisiaca y apolinia al mismo tiempo,
¿o es que no oyes sus risotadas futuras
que penetran hasta el mismo presente
corroyendo uno a uno tus huesos?
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