Oh, hombre.
Tienes algo de fascinante, como la flor,
siempre a punto de pudrirse.
A veces me pregunto por qué continúo sirviéndote.
Quizá porque eres un trozo del cosmos,
un cuerpo devorándose a sí mismo, de continuo,
siempre matando, por el placer de seguir vivo.
¡Oh, horror!
Me pides que me parezca a ti,
con todos y cada uno de tus locos atributos.
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