jueves, 3 de marzo de 2011

Y de repente llegó el horror

El horror llegó con múltiples caras
por diferentes flancos
a un mismo tiempo
sin pausa
durante muchos años

El primero en caer fué mi hermano Pedro
después Yolanda
y Susi

Los juegos dieron paso a la violencia
a las peleas
y los gritos
a un miedo dia y noche perenne
a los golpes
los insultos
y las vejaciones

yo era el espectador desarmado
estupefacto
aterrado siempre
herido a cada instante

Y mientras tanto
y en el instituto
mis compañeros amables
de mi infancia felicísima
un día
decidieron convertirse en mostruos

Ya vés,
que divertido es ser un mostruo

practicar el maltrato de forma sistemática
aplastar contra el suelo del aula al chico más débil de la clase
eliminar mi nombre
para bautizarme como "el tonto"

en casa se había instalado la locura y la heroina
y en el instituto
los monstruos más queridos
me humillaban con la facilidad como quién compra cigarrillos

Así pasé parte del tiempo
en el que me fué concedido estar en la tierra

empecé a tartamudear
evité las miradas
la piel
los cuerpos
los besos

ni siquiera me podía indignar

sin herramientas para la vida
pasé los años acostumbrándome a la miserías

cambiando de un instituto
a otro

Y sin embargo era tan normal
tan asombrosamente normal

varios kilotones de amablidad
cariño
atención
y cuidado
estaban en mi epidermis esperando

En una desvencijada caravana, a los dieciseis años de edad
abrí un cuaderno
y ya no pude parar



3/ 3/ 2011

8 comentarios:

  1. Supongo que tienes todos los votos para ordenarte beatnik. Estoy alucinando. ¿Cómo se sobrevive a todo eso sin doblegarse? ¿Cómo se sale de esa onda de destrución? Comprendo tu agobio sistemático. No sé que decirte, me dejas con la boca abierta. Son heridas inmensas. Se cerrarán. No lo dudes. A veces creo que las personas deberíamos vivir el tiempo necesario para curar todas las heridas de la infancia. Para poder morir en condiciones de no regreso.
    Que pasó despues, como saliste adelante?

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  2. Mi infancia no puedo decir que fuese inmensamente feliz pero tampoco una tragedia insuperable. Fue una infancia pobre en las afueras, pero digna. De todos los hermanos fui la única que estudió más allá de la primaria. Mis hermanos aún eran niños y ya trabajaban, mi padre en el mar, mi madre de criada para una familia rica de la industria conservera. Soy nieta y bisnieta de marineros y labradores. El recuerdo más tierno que tengo de cuando era niña es el tacto caliente de la leche recién ordeñada, beberlo debajo de un peral que había en frente de casa. Un día, llegamos de la escuela y el peral ya no estaba. Lo habían cortado sus dueños, nunca supe por qué.
    Yo era muy lista para los estudios, inventé varios métodos de chuletas invisibles. Nunca chapaba, todo lo deducía. Provocaba la admiración o el odio más virulento en mis maestros. Con 10 años a las monjas les cuestionaba la existencia de dios y la pureza de la virgen maría. Me odiaban. Fui la primera de mis compañeras en usar tampón y cuando se enteraron las monjas me llamaron prostituta. Te daban de todo menos amor. Fueron incapaces de enseñarme la utilidad de una raíz cuadrada. Nos hacían odiar a los chavales y todo lo relacionado con el sexo y el placer. Hasta los 17 años no fui al instituto mixto y allí llamaba tanto la atención mi comportamiento huraño que nadie se permitía bromitas.
    Así que ya ves, siendo de familia habitable, fui
    buscar traumas y heridas fuera, en la escuela castradora del régimen. Salí de ella marcada a fuego.

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  3. Por cierto, los quilotones eses los tienes aún?

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  4. No es algo en lo que piense mucho, todo queda oculto en la memoria, sin duda es un mecanismo de protección inconsciente. No se habla de ello, porque no hay necesidad de hablar de ello,pero se vive en verguenza, al menos durante un tiempo. Uno se doblega, no ser uno mismo ya es una humillación. Sin embargo todo recuerdo es saludable, más que nada porque solo se recuerla la dicha. Pero la vida ya ha sido modificada, y se evitan miles de situaciones, retroaliméntandose, y cualquier pequeño acto en la vida, es una temeridad, y su superación una puerta abierta invitando a cruzar otro límite más. Uno empieza, un día, a superar gestos imposibles, como mirar a los ojos, con mucho esfuerzo. Esto lleva muchos años. Por algún motivo que desconozco, en mi caso, no se guarda rencor alguno, y por casualidad o elección uno se rodea, en lo posible, de gente maravillosa. La autoafirmación ante el abuso o la conciencia social, la empatía, el sumo cuidado en no hacer daño,la amabilidad, la creencia en el cambio constante, el placer por los ejercicios y placeres solitarios, liberan. Sacar fuera, de la forma que sea, mediante la siembra, dibujando un tebeo, un abrazo, la conversación, la música, por doquier solo hay maneras para ello. Pero llegado a un punto, también deben ser superados. Queda un montón de fragilidad, eso si,y en positivo, el pasado curte de sensibilidad más que de insensibilidad,y permite vivir la vida a flor de piel. Uno puede permanecer años sin llorar y emocionarse ante un dia soleado. No es lo que yo habría elegido para mi vida, pero es lo que me ha tocado, después, si, queda todo un trabajo de autoconstrucción pendiente.

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  5. Frente a mi casa nunca hubo un peral.El piso en el que viviamos once hermanos, de los cuales yo era el más pequeño, estaba en una colonia rodeada de alambradas que nos separaba del barrio. Había algunos árboles, si, y espacio para el juego. Mis abuelos eran músicos y guardia civiles expulsados, nada me quedó de ellos, jamás los conocí. Yo también me presentaba a los exámenes sin estudiar nada, mis notas siempre fueron mediocres, pero dada la situación, realmente eran magníficas. En realidad nunca tuve una habitación para mi solo hasta los 35 años, cuando me fuí a compartir piso. No había mesas libres en el piso familiar para estudiar, salvo la del comedor. Tuve la suerte de ir a un cole progresista en vez de ultracatólico como el resto de mis hermanos, aún así me aplicaba como tú en la invención de chuletas, pero eso ya fué tarde. Y a pesar de todo, afirmo siempre que tuve una infancia felicísima. Lo que ocurrió poco después, es otra cosa.

    Por suerte, quizá porque mi madre fué sensacional, no soy un amargado ni un resentido.

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  6. Una nota al texto: todo sucedía como espectador, que ya era bastante. En mi vida nadie me ha puesto la mano encima. A lo sumo un puñetazo en la nariz durante un brote esquizofrénico

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