Has llegado por los aires, entre las nubes,
con tu vuelo grácil y leve,
anunciándote como el futuro.
Me asomo al balcón y te recibo con banderines de colores y confeti,
como los otros,
¿no escuchas las risas, los deseos y los cantos?
Y de repente pierdes la estabilidad,
y te precipitas sobre un barrio de prisioneras, atrapadas en sus viviendas.
¿No oyes los llantos? No, claro,
ni el crepitar de las llamas sobre nuestros cuerpos.
Sin duda, todavía permanezco fascinado.
Y que no se muere, y que se arrastra entre las calles del gran Mandril,
como un enorme monstruo, destrozándolo todo,
y sonriendo.
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