Durante los 47, mi propio yo,
me entregará una hoja de ruta existencial para lo que me queda de vida.
Tendré que anunciarla, y vestirme con ella todas las mañanas.
Solicitar en mi testamento, al final, que me amortajen envuelto en mis principios,
esos principios todavía inmateriales,
no por nada,
sino porque duermen en una hoja en blanco,
se han pasado los años revoloteando en lo fantástico y el ensueño,
y ya es hora de que lleguen al mundo.
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