La envidia de otros planetas, de otros sistemas,
tierra fértil, sin duda.
Observan a Mi Señora con telescopio,
seres verdes,
con trompetilla y antenas.
La aman, y quieren acostarse con ella.
Y nosotros, los del gran Mandril,
los de la mano visible y barrios aplastados,
la apartamos,
porque sabemos que son contagiosos sus besos.
Y la matamos con nuestra goma de borrar,
a ella,
que nos amaba a todos.
Pero aun así, persiste su sonrisa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario