Los inmortales se arremolinan en los estantes,
esperan su turno,
y sin embargo nadie les hace caso.
Si no les encuentras, mueren.
Los cuerpos se concentran sobre los apuntes. Parece que buscaran a Salario.
Ese ser que promete un lugar entre el confort, si es que se portan bien, o el temor.
Ese temor a caer en las tierras pantanosas del margen, donde uno es invisible,
y cuesta mucho salir.
Apenas hay noticias de los que escaparon del infierno.
Y yo, en la biblio, haciendo que estudio.
Ya no me estimulan las pesadillas de Salario, ni las voces de los libros,
sino las mujeres que repueblan la biblioteca,
Seres fantásticos como islas flotantes a la deriva, hacia la bruma.
Primero pierden el rostro,
después, se alejan de las yemas de mis dedos para siempre,
como espejismos inalcanzables.
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