"Tómame" -Me dijo.
Y me acerqué a la zarza.
Arranqué una de sus bayas y la puse entre mis labios.
Ahora sé que debería haberme inoculado dosis infinitesimales del veneno,
para no caer poseído revolviéndome por el suelo,
para evitar abrir más tarde la puerta.
Esa puerta de la habitación negra
donde no hay ventanas, ni un simple interruptor de luz.
En definitiva, para seguir con la vida,
con mis cosas,
leyendo la prensa nazi durante el desayuno,
comiendo frutos silvestres al azar, sin temor,
hasta saciarme,
y sea el bosque y sus frutos, los que se alejen poco a poco de mí.
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