Desde el mismo momento en el que uno decide ser poeta comienzan las dificultades: no sé francés, mi camiseta a rayas ha encogido, mi pipa ha desaparecido durante la mudanza.
jueves, 13 de octubre de 2016
El monstruo
Es enorme, la verdad.
Quizá jamás le matemos,
pero es posible que consigamos que deje de ser tan horrible
y pesado.
Él es el mismo infierno.
Me destroza y me aparta de las miradas amadas,
y se lleva, desde que le conozco,
a miles de millones de existencias al Tártaro.
(Todavía oigo sus voces suplicando piedad.
"Un poco más de tiempo, solo un poco más"- Dicen.
Después el silencio).
Pues eso, porque aunque él sea el mismo infierno,
quizá consigamos que deje de ser tan horrible.
Al menos poder escapar de su aliento sin caer en la fosa de la necesidad.
Mirarle a los ojos sin demasiado miedo, y hablarle directamente, sin titubear demasiado.
Por eso creo en Nuestra Señora.
Con tan solo abrir las puertas de la ciudad para ella
llegará el terremoto.
Se agitarán entonces las aguas estancadas del gran Mandril, y aparecerán los paradigmas,
y de tan pequeños que son, cuando me de cuenta, será otra mi vida.
Y él, el monstruo, si no quiere ser el viejo fétido al que abandonar en cuanto uno pueda,
tendrá que ser más amable conmigo.
Y sé, (y no es fe, ni una opinión o una creencia)
que habrá gente que por fin pueda contemplar el cielo.
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